No hay porteño a quien no le guste la pizza. Cada uno tiene su pizzería o gusto favorito y lo defiende a muerte como al club de fútbol de sus amores. Están los fanáticos de las “tartas de queso” de Las Cuartetas (Av. Corrientes 838), los fundamentalistas de la media masa a la leña para la pizza canchera de Angelín (Av. Córdoba 5270), los desvelados de la pizza al paso, de pie y con queso tostado de Guerrín (Av. Corrientes 1368) o los barra bravas de la fugazzeta rellena con jamón de Punto y Banca (Honduras 4002).
Si de barrios periféricos se trata, los de Villa Crespo hacen cola en la calle por la grande de acelga y salsa blanca o la fugazzeta rellena de El Trébol (Av. Ángel Gallardo 3); los de Boedo empeñan a su madre por la clásica de la casa de la pizzería San Antonio con longaniza, jamón, morrones, tomates y mucha mozzarela (Av. Juan de Garay 3602) y desde el inicio del siglo y como símbolo de un barrio olvidado por muchos, El Cedrón (Av. Alberdi 6101) ofrece una grande con doble queso y una fainá con cebolla que hacen brillar al viejo y querido barrio de Mataderos. En Villa Ortúzar los tacheros pierden clientes pero se hacen felices con las gigantes de La Mezzetta (Av. Alvarez Thomas 1321); por Palermo (y ahora por toda la ciudad) los jóvenes invierten su previa con la grande de provolone de Kentucky (Av. Santa Fé 4602) y dicen que por Liniers hasta Maradona repitió el gol a los ingleses a cambio de una grande de jamón, queso y morrones de El Fortín (Av. Alvarez Jonte 5299).
Desde mi lado de la mozzarela y la aceituna, doy mi reino y a mis trescientos espartanos por una grande napolitana o una fugazzeta de El Cuartito (Talcahuano 937). Sus pequeños salones vestidos de historia futbolera, teatral y pop de Buenos Aires, la cercanía al Teatro Coliseo para armar un tándem teatro-pizza y un grupo de mozos de la vieja guardia, lo convierten en un templo ineludible para descubrir cómo corre la mozzarella por la sangre de los porteños.
Fuente: Diario El Pais de España
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