Maestros, padres y alumnos culminaron una semana de protestas contra la decisión del ministro Esteban Bullrich de “fusionar” o cerrar 221 cursos en escuelas primarias y secundarias. La carpa blanca continuará hasta el 30 de marzo.
“Esta carpa, que es docente, ahora no es sólo eso, sino también de los estudiantes, de los padres, de las familias. Es la carpa de la educación pública que pelea para que no se cierren” cursos en las escuelas porteñas, anunció el secretario general de UTE-Ctera, Eduardo López, ayer, cuando ya había caído la noche. Las cerca de siete mil personas que tapizaban Avenida de Mayo estallaron en aplausos y aclamaciones al escuchar eso y el resto del plan de lucha docente. Continuarán, también, “los abrazos en cada una de las escuelas donde cierran grados”, y “de acá al 30 de marzo (la fecha que el Gobierno de la Ciudad de Buenos estableció para finalizar el proceso de cierre de cursos) vamos a hacer cortes de calle, movilizaciones, clases públicas para defender la educación pública”. Faltaban unos minutos para el Himno a la Bandera, una seguidilla de vivas (“¡Viva la Patria!”, “¡Viva!”, “¡Viva la educación pública!”, “¡Viva!”) y la promesa de seguir porque “peleamos por ustedes como ustedes pelean por nosotros”. Sólo después, entrada la noche, un mar de delantales blancos de todos los tamaños se desperdigó por las calles del microcentro, retornó a los subtes escaleras abajo, y dejó un mar de pequeños volantes y alguna pintada trazada sólo con tizas de colores. Ya a esa hora el ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, había ratificado su decisión (ver aparte).
El acto había comenzado poco antes de las siete de la tarde, cuando un teclado eléctrico, un bombo y un redoblante alentaron, desde el escenario, a cantar el Himno Nacional con ritmo de cumbia. A los pies de la estructura (que era, en realidad, un acoplado), una bandera argentina extensa como el ancho de la avenida, y un poco más también, marcaba un área exclusiva para otros percusionistas. Hacía poco más de una hora que la concurrencia había empezado a afluir. Un pizarrón, al lado de la carpa blanca provista de folletería, daba cuenta de la agenda: las delegaciones llegarían de escuelas de toda la ciudad. Habría caravanas desde Palermo, Monserrat, Flores, Caballito, Floresta, Parque Chas, Belgrano, Almagro, Barracas, Parque Patricios, Parque Chacabuco, Belgrano, Saavedra, Villa Urquiza, Villa Pueyrredón. De a poco, en micros anaranjados algunos pocos, en transporte público y caminando la mayoría, los grupos de docentes, alumnas, alumnos y hasta padres iban develando que el plan se cumplía.
“Enseña, resiste, sueña”, habían trazado unas tizas de colores sobre una de las protecciones dispuestas al lado del cordón de la vereda. Los cánticos cruzaban el aire: “Las escuelas son de los maestros, de los pibes y de nuestro pueblo, Macri no lo entendió y le vamos a demostrar que no es la empresa de papá”; “olé olé olé olá, soy maestro, vengo a luchar por una escuela nacional y popular”. Las pancartas terminaban de confirmar, si cabía alguna duda, la profesión de los manifestantes: carteles trazados con marcadores sobre cartulinas, alguna publicidad de cola vinílica, fragmentos de tela salpicadas de manos entintadas con colores.
Luego del Himno, con representantes sindicales y políticos vinculados con la educación sobre el escenario (los legisladores Francisco “Tito” Nenna, Delia Bisutti, Virginia González Gass), la organización del acto informaba sobre las adhesiones. Instantes después, Lucía, una adolescente que hablaba en nombre de los alumnos del Mariano Acosta, agradeció “a los docentes por dejarme estar acá y dejarme decir a los que no vinieron que tienen que estar acá, como estamos nosotros” porque “esto no es un capricho, es un derecho”. Luego, tres madres de chicos de la Villa 31 recordaron su reclamo: que el gobierno porteño garantice el transporte para que sus hijos puedan asistir a la escuela. “Queremos los micros, queremos que se hagan cargo”, reclamó una.
En su intervención, Fabián Feldman, de la Confederación de Educadores Argentinos (CEA), reclamó “que no se subsidie a escuelas privadas y sí se financie a la escuela pública”, una consigna repetida en pancartas y que despertó una ovación. Lo que sucede en la Ciudad de Buenos Aires es “un plan sistemático que quiere destruir definitivamente la escuela pública”, advirtió, entre aplausos, la representante de Ctera, Stella Maldonado. Se trata de acciones que conducen a que “después estos irresponsables cierren cursos”, dijo, a lo que una voz en la multitud respondió con “¡irresponsable serial!”. Carlos Oroz, de Ademys, señaló que “es gravísima la deserción escolar, sobre todo en la escuela media, ¿y cuál es la respuesta? Cerrar escuelas” y privilegiar establecimientos privados. “La sociedad entera” debe involucrarse, detalló Ada Leirós, de Sedeba. Poco después, tras haber trazado un paralelismo, por la negativa, entre Manuel Belgrano y Mauricio Macri, López arrancó aplausos y gritos al anunciar la permanencia de la carpa blanca ante la Jefatura de Gobierno porteño hasta el 30 de marzo. Es preciso, señaló, que el Ejecutivo de la Ciudad “en lugar de cerrar cursos abra un espacio de diálogo”.
Fuente: Pagina 12
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